Prólogo
Silvia Dutrénit Bielous
A principios de los años setenta se afirmaba el autoritarismo en Uruguay. El imaginario acunado en las tres primeras décadas del siglo XX se desmoronaba en medio de crecientes luchas sociales y políticas, de confrontación armada, de represión, cárcel, tortura y muerte. Así despuntó la década de la instauración de la dictadura.
Han pasado más de treinta años desde que aquellos hechos ominosos se volvieron realidad cotidiana. El paso del tiempo no casualmente fue dejando atrás la intolerancia y la crueldad y paulatinamente invirtió el riesgo humano, político y moral que por muchos años significó, para los uruguayos, defender sus ideas y su dignidad. La magnitud de la represión, la secuela de los dramas individuales y colectivos vividos y el trauma social generado hacen que las generaciones jóvenes transiten muchas veces entre el desconocimiento, el descreimiento de lo acontecido y el impacto emocional de saberlo cierto.
El tránsito hacia la convivencia social y la recomposición de su tejido normal, se abre camino, desde 1985, en la medida en que el pasado, negado, olvidado o marginado ingresa por medio de relatos cada vez más numerosos. El trabajo sistemático de las organizaciones de familiares y de derechos humanos por imponerse al interés, a menudo político y corporativo, acompañado de una revolución memorística ha ido permitiendo la revisión de la historia y el combate contra el exceso de olvido que dominó largamente al Uruguay posdictatorial. Hay páginas de ese pasado presente que reclaman ser recordadas e historiadas: el exilio es una de ellas. Lo acontecido con y en el exilio supone abrir paso a otra memoria del dolor, y por qué no, de la vergüenza por sus múltiples negaciones. Esa ocurrencia exige la atención principal del historiador, su valoración y explicación, la mirada desde distintos lentes disciplinarios y sociales pero también, e ineludiblemente, requiere integrarse en el relato histórico nacional.