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Introducción
Silvia Dutrénit Bielous
S , viajes de ida y vuelta, tiempos de exilios, sellos de época…
Transcurría la década de … en el Cono Sur las dictaduras some-
tían la región. Decenas de miles de perseguidos buscaban una tierra de
refugio, muchos uruguayos miraron hacia España. Algunos rumbearon
antes de la muerte de Franco, pero más lo hicieron después, durante la
transición. Sincronías paradójicas de la historia, una ruta se afianzaba: era
el camino hacia España, retorno para los republicanos y destierro para los
uruguayos.
Qué había pasado en aquel Uruguay que, observado de manera com-
parativa en América Latina, ofrecía estabilidad por su sostenido régimen
democrático, su temprano Estado de bienestar, su sociedad igualitaria, su
reconocida mediación partidaria y su organización sindical autónoma.
Qué había pasado también con un país que había sorteado sin mayores
exabruptos el golpe de Estado de , ejecutado por el presidente de
turno, Gabriel Terra, del Partido Colorado,
para desembocar en una si-
tuación de persecución política y consecuente exilio.
El  de junio de  el presidente uruguayo en funciones, Juan
María Bordaberry, también colorado, ejecutó un golpe de Estado que
1. En esta caracterización no se considera lo que puede implicar en términos de huellas el retorno o
desexilio, es decir, hasta dónde la condición se deja atrás cuando se regresa.
2. Integrante de ese partido, de igual manera que los siguientes presidentes, incluido a quien fue primer
mandatario luego de la dictadura, Julio María Sanguinetti. El Partido Colorado y el Partido Nacional o
Blanco fueron históricamente considerados como partidos tradicionales, cuyo origen se remonta a me-
diados del siglo XIX. Hasta 1971, en que surge la coalición de izquierda Frente Amplio, no habían tenido
en el plano de la contienda electoral un opositor con tanta fuerza. En el Uruguay de la posdictadura, el
espectro político fue cambiando y desde 1989 el Frente Amplio comenzó a tener experiencia de gobierno
con el triunfo en la capital, manteniéndolo hasta el presente. La transformación de preferencias electorales
y potencial identitario ha sido tal que desde 2005 el gobierno nacional también está en manos del Frente
Amplio. Vale decir que concurrió a las urnas mediante una alianza denominada Encuentro Progresista-
Frente Amplio-Nueva Mayoría, la que posteriormente retomó el nombre genérico e histórico de Frente
Amplio, principal fuerza de esa alianza.
3. A lo largo del texto los términos exilio y destierro se utilizan como sinónimos.
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tomó forma inmediata con la disolución del Parlamento. Este aconteci-
miento estuvo precedido por el autoritarismo que había comenzado a ser
parte de la cotidianidad nacional. Se puede ubicar en la coyuntura en que
asume la presidencia Jorge Pacheco Areco, del mismo partido, en diciem-
bre de .
Con Pacheco se inició un estilo de gobernar marcado por el
ejercicio sistemático y creciente de la represión en medio de una sociedad
convulsionada por el deterioro de las condiciones de vida y la pérdida de
conquistas sociales y derechos alcanzados a lo largo del siglo .
A partir de junio de , el régimen dictatorial vino a reforzar la
pauta marcada por Brasil en abril de  y que terminó por convertirse
en la tendencia regional durante el resto de las siguientes dos décadas.
Para el Uruguay, el fin de la dictadura no llegó hasta febrero de ,
cuando se restableció el Parlamento y se culminó la instauración de los
poderes emanados de elecciones nacionales, en marzo, con la toma de
posesión del presidente electo. Las autoridades que asumieron entonces
resultaron de las recortadas elecciones de noviembre de , que fueron
un corolario del Acuerdo del Club Naval. Esta instancia de definición cí-
vico-militar marcó la agenda de salida de la dictadura (Dutrénit, ).
Ahora bien, un año simbólico para ubicar el comienzo de la represión
es . A partir de allí, apoyada o acompañada del uso reiterado de las
medidas prontas de seguridad,
se impone la práctica de acallar hasta el
asesinato las voces discordantes, las fuerzas opositoras. Fue en ese año en
el que se registraron los primeros muertos estudiantiles –comenzando
con Líber Arce, cuyo nombre resultó emblemático de las demandas ante
el régimen cada vez más autoritario– mientras eran recluidos cientos de
sindicalistas y gremialistas. Momento inaugural que se convirtió en lo
que se ha dado en caracterizar como terrorismo de Estado, ya avanzada
la década de  (Cores, ; Dutrénit, , y Varela, ; Alcán-
tara, ). El arranque autoritario fue pautado por la intolerancia a las
opiniones divergentes pero, sobre todo, estuvo enraizado en la confronta-
ción social, política, armada, que produjo enérgicas respuestas represivas
a distintos grupos, recurrió a la figura del escuadrón de la muerte para
4. Pacheco Areco asumió la presidencia por un hecho fortuito. Su nombramiento era de vicepresidente
de la República y al morir el presidente, el general Óscar Gestido, constitucionalmente le correspondió
reemplazarlo en su cargo.
5. Varela (2007: 53-72) en un reciente trabajo analiza la evolución política de estos dos países para in-
terpretar las características de los golpes de Estado de la década de 1970. Ver «Argentina y Uruguay. Crisis
comparadas», en Rey Tristán (2007).
6. Recurso constitucional utilizado al extremo por Pacheco Areco para cercenar las libertades, entre ellas,
arrestar a los excarcelados por los jueces competentes.
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ejecutar a posibles disidentes
y, en particular, representó el abatimiento
del - (Aldrighi, ; Rey Tristán, ). En lo inmediato quedó
matrizado en la instauración del estado de guerra interno, aprobado por el
Parlamento en abril de .
Así comenzó una década cuya característica destacada fue la huida
del Uruguay, en búsqueda de refugio, de decenas de miles personas que
pretendían –no siempre con éxito– proteger su libertad y hasta salvar la
vida. Fue el contexto autoritario y dictatorial el que obligó al destierro.
Como toda condición exiliar, estas circunstancias estuvieron indisoluble-
mente unidas al sentimiento de dolor por el desprendimiento de lo propio
–de los afectos personales y colectivos–, por la derrota y la incertidumbre
de un viaje a lo desconocido. Los exiliados de esa época cargaron así en
sus maletas sentimientos encontrados, porque también alcanzar un refugio
significaba ganarle, en lo individual, la batalla a la represión. No todos lo
lograron, unos cuantos terminaron siendo presa de la Operación Cóndor.
Mientras los aires sureños de América Latina imprimían este desgarra-
miento social y político, los republicanos españoles comenzaban, después
de casi cuatro décadas, a vislumbrar el fin del régimen que los llevó al
destierro.
7. Particular atención merece el entrenamiento de las fuerzas represivas por agentes del gobierno de
Estados Unidos. Una documentada y muy novedosa investigación tomó forma de libro con la reciente pu-
blicación de Aldrighi (2007). A través del caso Daniel Anthony Mitrione, jefe del equipo de instrucciones del
Prograna de Seguridad Pública dependiente de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los EE.UU.,
da cuenta de esa estrategia de intervención y entrenamiento en especial.
8. Uruguay registra en su historia del siglo XX apenas una coyuntura previa de exilio, en las circunstancias
del golpe de Estado de 1933, cuando algunos uruguayos huyen a Buenos Aires en búsqueda de un refugio.
Se conserva también una referencia significativa del siglo XIX, durante la lucha independentista, cuando las
circunstancias vividas por el prócer, José Gervasio Artigas, lo obligan a marcharse de la Provincia Oriental. En
la historiografía nacional se reconoce este suceso como la búsqueda de refugio y asilo de Artigas. Eduardo
Acevedo, historiador clásico uruguayo, se propuso la reivindicación y la defensa de Artigas a partir de la tras-
cripción de todas las acusaciones y de todos los elogios de que fue objeto el Jefe de los Orientales. El exilio
del Prócer muestra, como todo destierro, una derrota. Fue recluido por Gaspar Rodríguez de Francia –que si
bien lo protegió dentro del país nunca lo recibió– en una zona intrincada de la selva paraguaya, y de ella no
logró salir hasta la muerte de ese dictador. «Cuando se transformaba así la Provincia Oriental en república
independiente, hacía ya ocho años que Artigas vivía proscripto en el Paraguay, fuera de todo contacto con el
Río de la Plata, porque la política allí imperante era de absoluto divorcio con el resto del mundo. El dictador
Francia describe en esta forma la entrada del Jefe de los Orientales al territorio paraguayo (nota del 12 de
mayo de 1821 al comandante del fuerte Borbón, reproducida en otro capítulo de este Alegato): «Artigas,
reducido a la última fatalidad, vino como fugitivo al paso de Itapuá y me hizo decir que le permitiese pasar
el resto de sus días en algún punto de la República, por verse perseguido aún de los suyos, y que si no le
concedía este refugio iría a meterse en los montes. Era un acto no sólo de humanidad, sino aun honroso
para la República el conceder un asilo a un jefe desgraciado que se entregaba. Así, mandé un oficial con
veinte húsares para que lo trajesen, y aquí se le tuvo recluso algún tiempo en el Convento de la Merced, sin
permitirle comunicación con gente de afuera, ni haber jamás podido hablar conmigo aunque él lo desea-
ba”.» Acevedo (1933: p. 1013). En la segunda mitad del siglo XIX sus restos fueron repatriados.
9. Se trata de la coordinación represiva de los servicios de inteligencia de distintos países que hizo posible
hacer de la región una única zona de persecución y extender su acción a otros continentes. Ver Blixen (2007).
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Era la década de … Uruguay, aunque no de manera preponderan-
te, se había convertido en tierra de exilio para los republicanos españoles.
Una tierra conformada por inmigrantes, españoles e italianos principal-
mente –acompañados de un tornasol de otras nacionalidades europeas y
asiáticas–, orientales

todos, como diría José Batlle y Ordóñez.

Los repu-
blicanos llegaron entonces a un pequeño y distante país del sur latinoame-
ricano formado en parte con su misma sangre. La condición de exiliados
no era novedosa para los uruguayos, otros perseguidos políticos, otras víc-
timas de distintos regímenes habían encontrado en Uruguay un lugar de
refugio.
Sin embargo, la Guerra Civil despertó un singular movimiento de solida-
ridad con la República española en distintos países y también en Uruguay. En
su territorio surgieron comités de apoyo, respuesta que ponía en evidencia el
acompañamiento solidario, así como la hubo por parte del grupo de militan-
tes políticos que se incorporaron a las Brigadas Internacionales para combatir
en España junto a los republicanos.

Pese a la defensa que de la Reblica
se hizo en España, el  de marzo de  las tropas franquistas entraron en
Madrid. Para entonces la España peregrina era un hecho irrevocable.
En Uruguay los republicanos convivieron, no sin conflicto, con la inmi-
gración española de larga data. Construyeron espacios que los identificaban
y redes con organizaciones dentro y fuera del país de exilio. Su asentamien-
to contribuyó a enriquecer e incrementar el patrimonio cultural y político
del Uruguay. Pasó el tiempo, España siguió siendo la referencia para los
exiliados; la República, su utopía. Mientras España era invocada una y otra
vez, los exiliados fueron engrosando las filas de una sociedad de inmigran-
tes orientalizada, acompañando las luchas sociales y políticas, aportando
sus experiencias. Los venes maduraron, los hijos crecieron en tanto la
muerte comenzó a ser parte de la cotidianidad del exilio. Se acumularon
generaciones que, directamente o por heredarlas, vivían las circunstancias
del destierro aunque cada vezs lejanas en el tiempo.
10. Gentilicio que indica su ubicación al oriente del río Uruguay, frontera natural con la República Argentina.
11. Presidente por dos períodos entre la primera y segunda década del siglo XX que condensa en su ges-
tión como estadista las principales características con las que se identificó y singularizó el Uruguay por más
de medio siglo. Tales características derivan en una forma de denominación reiterada en la historiografía:
Estado batllista.
12. «[…] “entre 40 y 65 brigadistas uruguayos (anarquistas y comunistas principalmente), que representa-
ban poco en el total, pero si se analiza proporcionalmente es un importante contingente en un país que tenía
en torno a dos millones de habitantes”. Muchos de ellos murieron en España aunque la cifra no se ha podido
precisarVer «Latinoamérica», edición digital exterior (2007).
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El exilio se prolongó tanto que no era imaginable lo difícil que resulta-
ría el retorno. El año  se convirtió en el parteaguas, murió Franco, el
tirano dejó de existir, en muchas ciudades del mundo hubo festejos, eran
las señales de que en la España peregrina, que acompañaban a una parte de
la España interior,

tomaba fuerza la idea de desandar el camino.
A la corriente efectiva o simbólica del exilio republicano que rumbeaba
hacia España se sumó la de los perseguidos políticos uruguayos. Éstos de-
jaban atrás la noche dictatorial para encontrarse con un amanecer español,
esperanzador pero violento y de fuerte debate. Historias de exilios se entre-
tejían, espejos en que unos y otros se podían descubrir.
Los exilios del siglo pasado, como el republicano español, en las décadas
de ,  y , y el uruguayo, como parte de los conosureños, en las
de  y , se caracterizaron por el volumen de migrantes que repre-
sentaban.

Y ello expresaba la magnitud de la confrontación, la amplitud
de la represión y el alcance numérico de las víctimas. Para el Uruguay, el exi-
lio reafirmó una tendencia migratoria que repercutió en la cosmovisión del
comportamiento demográfico, dejando atrás la sociedad de inmigrantes, y
trastornó la percepción que se tenía respecto al sentimiento de inmovilidad
de los uruguayos. Esta tendencia comenzó con la crisis del Uruguay liberal,
al mediar el siglo , cuando lentamente fueron saliendo del país sectores
de obreros calificados y, detrás de ellos, familiares y amigos. Sin embargo, la
inflexión más fuerte asimismo desde el imaginario de aquel Uruguay liberal,
se dio en la década de  cuando el proceso autoritario desembocó en el
golpe de Estado de  y en la consolidación de la dictadura.
Esta inflexión se alimentó primero de una ruta confirmada y fugaz:
Uruguay-Chile a partir de , Uruguay-Argentina entre  y .
Luego, o simultáneamente, se consolidó con otras que llevaron a tierras de
exilio en donde el asentamiento dejó de ser fugaz, al menos para aquellos
que hicieron del exilio una manera de continuar con el compromiso mi-
litante. Estas tierras cercanas fueron disparadoras de nuevos exilios en la
medida que las dictaduras cubrieron el Cono Sur. Así, distintos países de
América Latina y Europa comenzaron a recibir uruguayos. En Europa,
13. La referencia se apoya en la idea de las dos Españas, referencia a la que podría recurrirse para otras
sociedades que atravesaron semejante ruptura. En el caso de España se la toma pensando en la expresión
dolida, parca y contundente de Antonio Machado: «Una de las dos Españas ha de helarte el corazón».
Recientemente, la novelista española Almudena Grandes (2007) la retoma para darle nombre a su última
novela sobre este pasado presente de dolor y desgarramiento.
14. Para España se estima una cifra de 500.000 personas; apoyado en Alted Vigil (2005). Y para Uruguay
un dato confirmado, y conservador a la vez, da cuenta de que entre 1964 y 1981 emigró aproximadamente
el 14% de la población. Ver capítulo 1 de este libro. A la vez, otro indica que entre 250 y 300 mil fue el
número de emigrantes entre 1968 y 1985. Ver capítulo 3 de este libro.
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los que buscaban una tierra de refugio tuvieron en España, por distintas
razones, un lugar real y simbólico. Estas razones son la migración espa-
ñola a Uruguay, que ocurrió durante el cambio del siglo  al , y el
exilio que tuvo lugar cuando la Guerra Civil y el franquismo entre las
décadas de  y . En ambos casos, lazos sanguíneos e identidades
políticas y sindicales constituyen algunos de los elementos presentes en
el imaginario de los uruguayos cuando debieron invertir la tendencia de
país de inmigrantes a país de emigrantes. Hay que recordar, por ejemplo,
que la inmigración italiana y española estructuró diferentes estrategias de
inserción en la sociedad uruguaya a partir de un tejido asociativo donde
destacan las Sociedades de Socorros Mutuos y las casas regionales. A ello
se sumaron, especialmente para la inmigración española, los espacios que
construyeron o reforzaron los exiliados republicanos. De esta forma, el
desarrollo de una serie de estrategias y redes por parte de las colectivi-
dades y de los inmigrantes como grupos, familias o individuos, fue una
reserva, un capital significativo al que pudieron apelar o apelaron cientos
y miles de perseguidos políticos de la década de .
Las redes sociales, que son la sumatoria de relaciones advertidas como
relevantes durante la vida, hacen posible una acumulación que fortalece y
a la vez constituye un marco referencial.

A ellas, o a la estructura de có-
digos culturales adquiridos e incorporados que transmitían, recurrieron
quienes tenían antepasados españoles o italianos. Pero también las redes
deben pensarse en el ámbito de una cultura militante, como la que tenía
la izquierda de las décadas de  y . Las relaciones con los movi-
mientos y las organizaciones de diversos países incorporados como parte
de la estructura referencial de los perseguidos y de sus grupos, tuvieron su
influencia en el momento en que el destierro se convirtió en una realidad
para los uruguayos. España resultó en esta perspectiva una experiencia
distintiva en el comportamiento de este exilio.

Y la manera de distinguir esta experiencia fue incursionando de ma-
nera sistemática en las diversas circunstancias por las que atravesaron los
exilios uruguayos, a partir de una investigación que procuró alcanzar
al menos un relevamiento general de los principales hechos y las más
sustantivas expresiones de la subjetividad de los protagonistas. Ese ca-
rácter distintivo se percibió como la reutilización de muchos recursos
15. Romero y Stolovich (2003: pp. 24 y 25).
16. Ver capítulo 2 de este libro.
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simbólicos que se habían acumulado. Llegar a comprenderlo como tal no
fue tarea sencilla. ¿Por qué?
Los múltiples exilios

exhiben vivencias de (des)adaptaciones políti-
co-culturales y existenciales que, en ciertos aspectos, son comparables con
las circunstancias de los inmigrantes cuando conformaron la sociedad
uruguaya. No obstante, la condición de exiliado tiene la impronta de ese
destierro que viene desde la Grecia antigua como castigo, como sanción,
de la imposibilidad del retorno que queda tallado con intenso dolor en
cada uno de sus protagonistas. Sean cuales fueren las circunstancias per-
sonales, familiares o sociales, el retorno no es posible, está vedado si se
quiere preservar la libertad. Por tanto, esta multiplicidad de factores y
de vivencias no puede evaluarse a la luz de ciertos estereotipos, a veces
insinuados en sociedades traumatizadas por rupturas violentas, de que el
exilio es un camino de tranquilidad, de satisfacciones, de éxito. Lo es
de privilegio sólo cuando se logra, ante el predominio de la tortura y la
muerte promovidas por el Estado, preservar la libertad y la vida. Conocer
entonces las circunstancias exiliares desde la vivencia de sus protagonistas,
principales referentes de las mismas, y construir el gigantesco mosaico que
la multiplicidad de prácticas del exilio organizado hizo posible, es romper
antes que nada con muchos silencios que impone el haber transitado por
cotidianidades de miedo, de terror, de pérdida, como consecuencia de la
represión y de la huida pero también de otros aspectos vinculados a pac-
tos, compromisos y apegos políticos de antaño o del presente.
Lo dicho no busca ubicar al exilio como la faceta más dramática del
Uruguay dictatorial, como tampoco lo sería de la España de la guerra o
de la España franquista. La expulsión que representa el exilio es pues una
parte de la destrucción del tejido social. Es un componente de un pasa-
do ausente que de manera tardía se fue haciendo presente en el espacio
público.

Los dramas de las dictaduras han tenido distintos tiempos de
repercusión social. Esas historias coexistieron con la creación literaria o
filosófica de la época. Incluso en ciertas miradas académicas desde disci-
plinas humanísticas y sociales, lo mismo que en expresiones culturales
como el teatro y el cine, surgió el tema de los pasados dictatoriales más
17. La referencia a múltiples exilios comprende también a los ocurridos en un mismo país. Los resultados
de la investigación permiten apoyar la idea de esa diversidad de exilios en función de experiencias indivi-
duales y colectivas del colectivo más amplio.
18. Tomo la idea que sintetiza Nora Rabotnikof (1997: p. 52) del espacio público «informal» como aquel
en donde se «despliegan procesos de entendimiento intersubjetivo» y «cumple una función de integración
social así como de gestación de una voluntad y una opinión pública democráticas».
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recientemente, pero mucho antes que en el conjunto del espacio públi-
co.

Por ejemplo, en la España actual se proyectan en el espacio público
episodios de ese pasado reciente que repercuten tanto por el relato de
hechos como por la reivindicación de conocerlos. Ello conmueve cuando
las voces de las víctimas se rescatan del olvido al que la dictadura preten-
dió someterlas para siempre.

Muestran asimismo todavía el desgarramiento del tejido social que el en-
cono de las fuerzas enfrentadas ha reproducido. En Uruguay, cada día se vuel-
ve más presente ese pasado, ante el paulatino pero incesante descubrimiento
de documentación y la acción de la justicia que ha comenzado a ejercer su
responsabilidad. Como parte de los resultados de una investigación encarga-
da por la presidencia de la República

se ha encausado a civiles y militares
señalados, en forma reiterada, como responsables de acontecimientos que se
ocultaron y negaron durante más de  años.

Las imágenes del horror se
implantan en el espacioblico.
Es complejo entonces vencer los enconos, esquivar o romper los si-
lencios, promover la socialización de las memorias, recuperar historias.
aunque, hay que reconocerlo, cada día que transcurre, desde un presente
en que ha cobrado fuerza la revolución memorística, comienza a facilitarse
el combate contra el exceso de olvido.

Especialmente, emerge la disposi-
ción oficial a la incorporación de lo que dominó a las sociedades involu-
cradas: las páginas de ese pasado presente que se mantenían ocultas.

19. Ver capítulo 3 de este libro.
20. Uno de ellos se plasma en la literatura y en el cine. Se trata de lo que se ha conocido como la historia de
las trece rosas rojas. Trece jóvenes, siete de ellas menores de edad, fueron ejecutadas el 5 de agosto de 1939
en el Cementerio del Este de Madrid. El delito que llevó a su ejecución fue el ser rojas. A algunas de ellas se
les permitió escribir una última carta a los familiares; como condición deberían confesarse. Julia Conesa, una
de las jóvenes, pudo hacerlo y en esa despedida epistolar de aquel 5 de abril decía: «Madre, hermanos, con
todo el cariño y entusiasmo os pido no lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente,
pero muero como debe morir una inocente […]. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya
jamás te podrá besar ni abrazar. Julia Conesa. Besos para todos, que ni tú ni mis compañeras lloréis. Que mi
nombre no se borre en la historia» (subrayado de la autora). Tomado de Fonseca (2007: p. 296).
21. Ver capítulos 1 y 3 de este libro.
22. Desde hace años, una labor incansable de la agrupación Familiares (MFUDD) tras las huellas de los
detenidos desaparecidos, el pasado ausente, hizo posible concluir en un informe actualizado hasta el mo-
mento de su publicación: FAMIDESA (2004).
23. Como también están los excesos de la memoria están los excesos del olvido. Ver Todorov (1998).
24. Para el caso uruguayo es la reciente publicación oficial de Presidencia (2007) y en particular para los
exiliados la reparatoria ley 18.033 (que comprende también a los ex presos políticos y a los destituidos de
la dictadura) que los incorpora en el reconocimiento de años trabajados por el período en que vivieron en
el exilio, y en el caso español se trata del Proyecto de ley de Memoria Histórica [que obtuvo hoy la apro-
bación del Congreso de los Diputados, NOTA DEL EDITOR], por el que se reconocen y amplían derechos y
se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la
dictadura, en la que se incluye, entre otras consideraciones, el otorgamiento de nacionalidad a los hijos y
nietos de exiliados.
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De forma que rompiendo algunos silencios, provocando rememora-
ciones a partir de numerosas entrevistas, escudriñando en archivos for-
males e informales de España, Uruguay y México, se ha puesto el lente
investigativo y analítico en el exilio uruguayo como objeto de estudio.
Dos propósitos guían esta mirada. Uno es la delimitación de manera
privilegiada de la experiencia distintiva (Uruguay-España) en la que se
reutilizó el capital acumulado, las redes que ayudan a sostener los viajes
exiliares de ida y vuelta protagonizados por republicanos españoles y
uruguayos desterrados. El otro establece cómo se ha ido abriendo espa-
cio en la memoria pública el pasado reciente, ese pasado que, tal como
se ha insistido, era un pasado ausente pese a estar presente. Se trata de
rescatar, de esta historia de la memoria, el lugar que el exilio ha tenido
hasta estos días. Las páginas que siguen contienen el resultado de esta
propuesta. Su estructura incluye tres capítulos:
El primero, Paisajes: destierro, refugio y actividad de uruguayos por el
mundo, elaborado por Silvia Dutrénit, pone en evidencia que hablar de
exilios uruguayos no es una formulación equivocada. Una diversidad de
vivencias individuales y colectivas en proceso de descubrimiento, cono-
cimiento, sistematización y análisis hace posible, pese a los casi  años
transcurridos desde el comienzo de la ruta exiliar para los uruguayos,
que lo que puede caracterizarse es susceptible de nuevas ponderaciones.
Hecha esta salvedad por la autora, esos exilios se perciben con elementos
identificatorios y se segregan a partir de una combinación de rutas que se
recorren, de redes a las que se apelan, de países en los que se asientan y de
estrategias de las organizaciones políticas. La aproximación a ese universo
se hace desde una selección jerarquizada mediante situaciones investi-
gadas y confrontadas con distintas fuentes, en las que fue posible com-
prender las diversas variables que influyeron en los comportamientos,
circunstancias y estrategias de los protagonistas individuales y colectivos.
Es entonces que este capítulo hace las veces de un marco referencial en el
que pueden identificarse los microuniversos de esos exilios, herramienta
necesaria para ubicar desde un horizonte más amplio y singularizar la
experiencia del exilio uruguayo en España.
El segundo, Redes: España y Uruguay, espacios de exilio, realizado por
Enrique Coraza, incursiona y reflexiona sobre el tema central, las expe-
riencias exiliares de españoles y uruguayos al mismo tiempo que las redes
generadas y reutilizadas. El lente se fija en esta experiencia toda vez que
se aprecia una relación particular en la que existe un pasado más leja-
no como componente de los exilios uruguayos en España. Esta relación
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indagada, documentada y observada con detenimiento, permite estable-
cer redes con el exilio republicano así como con la inmigración española
tradicional en el Uruguay. En el capítulo se van hilvanando los hilos que
corresponden al capital de antaño entre los migrantes de distintas épocas
con las circunstancias que, en los exilios uruguayos en España, pueden
verse como novedosas, propias de los desterrados de los años setenta. De
esta forma se ofrece una detalla (re) construcción que indica reutilización
de discursos y prácticas, formas originales del exilio uruguayo y un docu-
mentado análisis que hacen posible mirar las migraciones con un sentido
diferente, no ya como procesos unidireccionales, sino como viajes de ida
y vuelta, como recorridos que generan un capital social y cultural.
El tercero y último, Memoria: una lenta y sinuosa recuperación, cuya
autoría es de Eugenia Allier, da cuenta de manera pormenorizada cómo
ha sido la incorporación de aquel pasado, traumático y doloroso, en
el espacio público. Detalla la lenta evolución, precisando coyunturas y
acontecimientos, de la ubicación en la memoria pública de los distintos
segmentos de la sociedad victimizada. Hacer de sus circunstancias una
memoria compartida no ha sido sencillo, y menos aún la que corres-
ponde al exilio. En el capítulo se presentan y argumentan los porqués de
este mayor letargo, se incluyen al mismo tiempo algunos elementos de la
evolución española en términos de memoria pública con el fin de atisbar
lo que podría ser un principio de diálogo. Se aporta también a la noción
de memoria política como campo en disputa y a la caracterización del
pasado traumático como realidad que se elabora lentamente hasta hacer
posible la socialización de lo vivido. En este último sentido, las palabras
de Dolores Ibárruri, La Pasionaria,

el º de noviembre de , en la
ciudad de Barcelona, lo exteriorizaban al despedir a los brigadistas inter-
nacionales diciendo con firmeza, pese al sufrimiento: «¡Madres!... ¡Mu-
jeres!... Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan resta-
ñando; cuando el recuerdo de los días dolorosos y sangrientos se esfumen
en un presente de libertad, de paz y de bienestar; cuando los rencores se
vayan atenuando y el orgullo de la patria libre sea igualmente sentido por
todos los españoles, hablad a vuestros hijos; habladles de estos hombres
de las Brigadas Internacionales».

25. Legisladora durante la República y después de la dictadura franquista, secretaria general del Partido
Comunista Español, exiliada en la URSS a partir de la caída de Madrid, figura legendaria de la defensa
republicana.
26. La República en la Red (2006).
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En suma, estas páginas buscan contribuir a esa memoria pública de
aquel pasado al tiempo que se proponen enriquecer el caudal de histori-
zación y de reflexión sobre los exilios que se ha ido lentamente constru-
yendo desde una situación de ausencia presente.
México, ,  de octubre de 
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